lunes, 26 de noviembre de 2012

Greenpeace México Nuestro invitado en Red Generación 10:30 PM Hora Centro México 26/11/2012


Quiénes somos

Greenpeace es la organización ambientalista más reconocida, decidida y audaz en la defensa del medio ambiente  en el mundo.

Greenpeace se mantiene exclusivamente de donaciones de personas físicas que quieren un cambio para tener un planeta verde, pacífico y sin desigualdad. Es decir, Greenpeace no recibe dinero de gobiernos, empresas, iglesias ni partidos políticos.

Gracias a este principio, nuestra organización es independiente en lo económico y lo político. La autosuficiencia económica permite a Greenpeace cuestionar, actuar, proponer y ponerle nombre y apellido a quienes destruyen el medio ambiente y a quienes pueden revertir esta situación.


Para cuidar nuestro planeta realizamos acciones directas no violentas y de resistencia civil pacífica, con las cuales denunciamos los delitos ambientales y a quienes los cometen, generamos conciencia, informamos e inspiramos a la ciudadanía a participar en la búsqueda de soluciones.

En pocas palabras, Greenpeace es una organización de la gente, que busca incidir en políticas públicas, involucrar e inspirar cambios y por la que constantemente transitan voluntarios, socios, activistas y ciberactivistas.

En el mundo, Greenpeace tiene 43 oficinas. En 2008 abrió las más reciente en África.


Misión

Propiciar  un cambio en las políticas públicas y corporativas para una aplicación social y responsable de soluciones, inspirando y contribuyendo el fortalecimiento de un activo y plural movimiento ciudadano, en el marco de un nuevo modelo de consumo y producción hacia un mundo libre de amenazas al medio ambiente donde los efectos del cambio climático se vean reducidos y mitigados.


Visión

Incrementar y consolidar nuestra presencia territorial a través del desarrollo de campañas que atiendan la dimensión global desde lo local, apoyados en un fuerte contingente de socios, voluntarios, ciberactivistas y grupos locales actuando en torno a las prioridades, acciones y propuestas que desean alcanzar en defensa del medio ambiente siendo así un factor clave en la lucha contra el cambio climático.



Nuestros logros


En cuatro décadas de existencia, Greenpeace ha trabajado intensamente para poteger el planeta. En esta sección te presentamos algunos de los más significativos logros que nuestra organización ha tenido y cuya repercusión ha sido global. No son los únicos, pero sí dan una idea muy clara de cómo trabajamos.

Para continuar siendo una organización con resultados y logros es fundamental que te unas a Greenpeace. Tus aportes como socio donador, voluntario o ciberactivista son fundamentales para enfrentar los enormes desafíos que tenemos en este siglo XXI.


En México

A nuestro país, Greenpeace llegó en 1993. Desde entonces ha desplegado una intensa actividad a través de sus campañas. Éstos son algunos hitos en este largo camino:



En 1993 denunciamos  la contaminación de la Ciudad de México con una protesta en la Diana Cazadora y evitamos el ingreso al país de un cargamento de 530 toneladas de desechos tóxicos que iban hacia San Luis Potosí, provenientes de Reino Unido.



En 1994 se celebró en México la 46 Reunión Anual de la Comisión Ballenera Internacional, en la que se aprobó la creación del Santuario Ballenero Austral, algo por lo que Greenpeace había pugnado desde los años 70, y que se convirtió en un logro en nuestro país.



En 1996 el Moby Dick, uno de los barcos de Greenpeace, visitó México para denunciar la destrucción ambiental que provocan las obras de ampliación del puerto de Veracruz. Tiempo después, a bordo del Rainbow Warrior realizamos la “Ruta del petróleo” por los estados de Veracruz, Tabasco y Campeche, para documentar los impactos ambientales de la actividad petrolera.



En 1998 hicimos campaña en contra de la instalación del basurero de desechos radiactivos de Sierra Blanca, Texas, localizado a 32 kilómetros de la frontera con México. El proyecto fue cancelado.



En 1999 Greenpeace demostró que México estaba importando maíz transgénico de Estados Unidos, lo cual era negado por las autoridades. Y ese año se consiguieron más de 100 mil firmas de apoyo y la adhesión de 125 ONG nacionales e internacionales para la creación de un Santuario Ballenero Mexicano, propuesto por Greenpeace. La propuesta se entregó al entonces presidente, Ernesto Zedillo. Luego de un trabajo incansable, en 2002 se decretó la creación del santuario para ballenas en todos los mares mexicanos. 

Un logro en 2001 fue que México ratificara el Convenio de Naciones Unidas para la eliminación de ciertos contaminantes orgánicos persistentes, conocido como Convenio de Estocolmo.

En 2003 trabajamos arduamente contra la importación ilegal de delfines de las Islas Solomon y durante 2005 presentamos la Guía roja y verde de alimentos transgénicos, una orientación básica para el consumidor mexicano. Así también documentamos que no eran "naturales" los desastres causados por los huracanes Stan en Chiapas y Wilma en Quintana Roo, sino consecuencia de la destrucción de los ecosistemas y del cambio climático. En ese mismo periodo exigimos a las autoridades darle solución al problema que representaban los millones de pilas y baterías desechadas sin control. 

En 2006 se realizó la expedición por el Gran Bosque de Agua para mostrar la importancia del corredor biológico Ajusco-Chichinautzin y conseguimos que se duplicara el presupuesto federal destinado a la protección de los bosques. Ese mismo año conseguimos que se frenara el proyecto privatizador de la Isla de la Roqueta en Acapulco, con el cual se pretendía crear un parque recreativo y un zoológico en esa zona. 

En ese mismo año, la Ciudad de México comenzó a implementar el sistema de transporte público eficiente conocida como metrobús. Esta propuesta fue hecha por Greenpeace en sus primeros años de trabajo en México y retomada por el gobierno del Distrito Federal en 2006.

En 2007, y gracias a nuestras peticiones, el gobierno del DF puso en marcha el programa de manejo responsable de pilas. Gracias a nuestra propuesta, logramos que la tala ilegal se convirtiera en delito grave en el Estado de México y que el Congreso transformara en ley nuestra propuesta de compras verdes por parte del gobierno federal.

En el 2008, Greenpeace evidenció que la reforestación impulsada por el programa Proárbol no sólo no estaba acabando con la deforestación sino que además el índice de supervivencia de lo plantado estaba por debajo del 10 por ciento. 

En este año también se hizo un diagnóstico sobre el turismo depredador y, junto con el Observatorio Ciudadano de Vigilancia Ambiental, se evitó que los legisladores derogaran la protección legal con la que actualmente cuenta el ecosistema del manglar. En materia de cambio climático, Greenpeace hizo una gira en la que dio a conocer el enorme potencial que nuestro país tiene para utilizar recursos renovables para generar energía y estigmatizó las energías causantes del cambio climático.

Durante el 2009, Greenpeace lanzó la campaña ciudadana Píntale la raya al cambio climático, a la que se incorporaron alrededor de 230 organizaciones  civiles y la cual reunió cerca de 200 mil firmas exigiendo a los tomadores de decisión actuar contra el cambio climático. En este año el fracaso de la reforestación se volvió escándalo, con lo que este programa prácticamente quedó desacreditado. 

Asimismo, Greenpeace dio a conocer el ranking de ineficiencia energética de las dependencias públicas y comenzó el trabajo para lograr la prohibición total de la venta de focos incandescentes en el país.


En el mundo

1974Fin a los ensayos nucleares atmosféricos en el Pacífico

Tras protestas de Greenpeace, Francia puso fin al programa de ensayos nucleares en el Pacífico Sur



La amenaza



En los años sesenta, el gobierno francés trasladó su programa de ensayos nucleares a una región del Pacífico Sur, donde comenzó a explotar dispositivos nucleares sobre plataformas de altura, sin considerar la devastación ambiental que esto implicaría. Para 1972, Francia anunciaba sus planes para tomar posesión de una zona amplia de aguas internacionales, lo que le permitiría avanzar en su programa.



El espíritu Greenpeace



Greenpeace aún no tenía ni la preparación ni la coordinación estratégica que tiene hoy. Sin embargo, este caso es un ejemplo perfecto del espíritu y alcance internacional de la organización actual. En 1972, David McTaggart, un canadiense que vivía en Nueva Zelanda, leyó en un periódico sobre los ensayos franceses y que una organización llamada Greenpeace estaba en búsqueda de una embarcación y una persona que entrase a la zona como forma de protesta. Mctaggart renombró su velero como “Greenpeace III” y se embarcó hacia allá. 

El canadiense se adentró en la zona, desafiando la posición de prohibición de entrada por parte del gobierno francés, lo que resultó en un cese de operaciones del programa. Eventualmente una embarcación de la marina francesa destruyó el velero de Mctaggart en un vergonzoso desenlace.

No desistir

El fracaso no fue suficiente para desanimar a la organización. Mctaggart reparó su velero y regresó al año siguiente, donde fue golpeado físicamente por militares franceses, quienes negaron las acusaciones argumentando que la embarcación de McTaggart ni siquiera se encontraba dentro del área de ensayo. 

Sin embargo, uno de los tripulantes de Mctaggert había tomado fotografías durante el suceso, lo que permitió a la organización exponer la mentira del gobierno francés ante el mundo. La divulgación de estas fotografías atrajo una fuerte crítica hacia el programa nuclear.

Fin de los ensayos

Tras el incidente, McTaggart comenzó lo que sería un largo litigio contra los franceses. En 1974 ganó parte del caso, al persuadir a las cortes francesas de oponerse a su gobierno. El mismo año, Francia anunciaría el fin del programa de ensayo nuclear, lo que marcó la desaparición de pruebas atmosféricas en todo el Océano Pacífico.

1982Moratoria pone freno a la caza de ballenas

Luego de 10 años de campaña, las fotografías tomadas por activistas de Greenpeace impactaron a la comunidad internacional, que pidió a la Comisión Ballenera Internacional (CBI) poner un alto a la caza comercial.

La amenaza

Para 1970, el número de ballenas azules había descendido a menos de 6 mil ejemplares. Las ballenas jorobadas también se encontraban en declive y la población de ballenas grises había descendido 50 por ciento. Una de las especies más espectaculares del mundo estaba siendo aniquilada por navíos eficientes y arpones de punta explosiva.

El espíritu Greenpeace

A poco tiempo de haber comenzado sus operaciones, Greenpeace lanzó su campaña en contra de la caza de ballenas. En 1973, nuestros activistas comenzaron a enfrentar a los cazadores en alta mar. En lanchas de hule, comenzaron a interponerse entre los arpones y las ballenas. Por primera vez, las imágenes de caza de ballenas llegaban al público internacional por medio de la televisión. La imagen de un cachalote atravesado por un arpón y colgado sobre la proa de un imponente buque de acero se difundió en todo el mundo. Esta nueva realidad provocó la oposición del público hacia los cazadores.

Apoyo público

Mientras continuaba la pelea en alta mar, Greenpeace buscaba el apoyo del público alrededor del mundo, repartiendo folletos y juntando peticiones para demandar a sus gobiernos que aplicaran presión internacional. El primer resultado sucedió en 1979, cuando la CBI creó el Santuario de Ballenas del Océano Índico, como medida de protección en las áreas de reproducción y alumbramiento de estos cetáceos. En1982, finalmente la CBI arrojó los resultados que se buscaban: una moratoria sobre la caza comercial. Tras una década de acción, las poblaciones de ballenas afectadas podrían recuperarse.

La campaña continúa

Hoy en día, algunos países del mundo, entre ellos Japón, Irlanda y Noruega, continúan ignorando la moratoria. Por su parte, Greenpeace continúa realizando campañas para acabar con toda las formas de comercialización de las ballenas. En 2010, dos activistas de la organización conocidos como “Los dos de Tokyo” fueron sentenciados tras exponer un escándalo sobre el tráfico de carne de ballena en Japón. El caso despertó una serie de interrogantes entre la opinión pública japonesa respecto al programa de caza "científica" de ballenas de Japón y ha ayudado a construir apoyo público para poner fin a la caza sin sentido.

1991Protección para la Antártida


Los países coinciden en un avanzado convenio para proteger a la Antártida de la explotación mineral. Este pacto fue el tema central de una campaña de más de siete años por parte de Greenpeace y limita las actividades en el continente antártico únicamente para fines científicos y pacíficos.

La amenaza

La Antártida es un lugar único en el mundo moderno: este continente se ha mantenido relativamente al margen de la interferencia humana y es, sin duda, el lugar más virgen de la Tierra. Sin embargo, en la década de 1980, la amenaza de la explotación comercial de este delicado ecosistema cobró mucha importancia al encontrarse depósitos minerales y de petróleo debajo del hielo y la roca, lo que interesó a un gran número de empresas y países.

El espíritu Greenpeace

Las probabilidades de éxito eran casi nulas. Sin embargo, la campaña para la Antártida se convirtió rápidamente en un ejemplo de perseverancia, de sólidos fundamentos científicos, acción efectiva y presión política. En 1979, Greenpeace sugirió la recolección de recursos para convertir al continente antártico en una reserva internacional. Para hacerlo sería necesario establecer un campamento base en la región, lo que justificaría la participación de la organización dentro del tratado; el asentamiento permitiría a Greenpeace tener argumentos para denominar al área como territorio común, territorio de nadie.

Campamento en la reserva

En 1987, tras la llegada de la embarcación MV de Greenpeace al Antártico, el campamento permanente comenzó a operar. La organización permaneció en la región hasta 1991, documentando y exponiendo escándalos sobre otros dos campamentos de la región, pertenecientes a Estados Unidos y Nueva Zelanda. Uno de los casos más notables fue aquel donde los explosivos utilizados para un trabajo de construcción amenazaban el hábitat de un grupo de pingüinos. El profesionalismo mostrado por Greenpeace durante esta operación le ganó el respeto de las demás naciones involucradas en el tratado de la Antártica.

Nada es imposible

Durante los siete años de campaña, Greenpeace pasó de ser un desconocido a uno de los jugadores clave en las negociaciones para el futuro del continente antártico. De forma global, las oficinas de Greenpeace demandaron a sus gobiernos locales tomar una decisión responsable respecto al tratado, involucrando la ayuda de personalidades influyentes como Jacques Cousteau, Ted Turner y el príncipe Sadruddin Aga Khan. Las demostraciones de Greenpeace fueron habituales a lo largo del periodo de negociaciones; aseguraban a los políticos que hacer lo correcto traería grandes recompensas, y así fue. De esta forma, la Antártica se convirtió en un símbolo poderoso de responsabilidad ambiental y cooperación internacional, además de confirmar lo que para la organización era una vieja certidumbre: nada es imposible.

1993Se prohibe el deshecho de material radioactivo en los océanos

Después de una campaña que comenzó en 1978, se firma el Tratado de Deshechos de Londres (LDC, en ingles) que prohibe de manera permanente y global el derrame de deshechos radioactivos e industriales en los océanos del mundo.

La amenaza

Los residuos que se producen en todas las etapas del ciclo del combustible nuclear siguen siendo peligrosos durante cientos de miles de años. Sin embargo, cada año, millones de litros de residuos radiactivos eran descargados en el mar - ya sea de manera rutinaria desde las plantas de reprocesamiento de las instalaciones nucleares, o desde los buques al mar. Esta práctica representaba una gran amenaza para el medio ambiente y un riesgo potencial para la salud a millones de ciudadanos.

El espíritu Greenpeace

En 1978, Greenpeace comenzó su campaña contra el derrame de deshechos radioactivos al océano. A través de acciones pacificas, investigación fundamentada y cabildeo político, la organización busco convencer durante años a las corporaciones y gobiernos de tomar otra posición respecto a los ecosistemas marinos. El climax de este trabajo ocurrió cuando la organización captó en video a una embarcación rusa que vertía deshechos líquidos directamente al mar de Japón en 1993. Sin embargo, esta no era la primera vez que Greenpeace advertía al público sobre la situación. En muchas otras ocasiones había avisado sobre el vertido de material radioactivo desde submarinos y rompehielos, un hecho que podía tener implicaciones desastrosas.

La evidencia y consecuencias

Ahora, el mundo podía ver lo que estaba sucediendo, mientras el equipo de Greenpeace enviaba el material a los medios internacionales de manera instantánea. La atención mediática que consiguió la organización tuvo severas consecuencias: Japón, Estados Unidos y muchos otros países estaban furiosos con Rusia y demandaron un alto inmediato. Eventualmente, Rusia tuvo que hacer caso a las demandas y el gobierno del presidente Boris Yeltsin finalmente aceptó suspender el derrame.

El Tratado de deshechos de Londres (LDC)

Después del incidente, los países del mundo se juntaron para crear el Tratado de Deshechos. El documento, una actualización del existente Tratado de Londres, fue aceptado por 37 países y prohibió de forma global la práctica de deshecho de sustancias radioactivas, conformándose como una herramienta nueva para la campaña por los océanos del mundo

1995Shell da marcha atrás en su decisión de hundir en el mar la plataforma Brent Spar

Gracias a una acción de alto impacto de Greenpeace y a la presión popular, la compañía petrolera y gasera global Shell dio marcha atrás en su decisión de hundir la plataforma Brent Spar en el Océano Atlántico.

La amenaza

Cuando Shell decidió en los 90 que ya no necesitaba la Brent Spar –una plataforma de 14 mil 500 toneladas que operaba en el Mar del Norte–, la compañía solicitó al gobierno británico permiso para hundir toda la instalación en el Atlántico. El gobierno no tuvo objeción y anunció su total apoyo.

El estilo Greenpeace

Greenpeace decidió tomar medidas como parte de su extensa campaña contra el depósito de basura en el océano. El 30 de abril de 1995, un grupo de activistas ocupó la Brent Spar. En las tensas y tumultuosas semanas que siguieron, Greenpeace se vio enfrentada con las fuerzas combinadas del gobierno británico y la entonces más grande petrolera del mundo. 

La difusión de dramáticas imágenes de activistas siendo atacados con cañones de agua y de equipos de auxilio transportados en helicóptero hicieron que la disputa llegara a una audiencia masiva. 

Protestas espontáneas a favor de Greenpeace y contra Shell estallaron en Europa.  

Las ventas en algunas estaciones de Shell en Alemania se desplomaron hasta 50 por ciento. Al final, la presión popular fue demasiada para Shell: en un dramático triunfo para Greenpeace y el medio ambiente oceánico, la compañía dio marcha atrás en su decisión y aceptó desmantelar la plataforma en tierra y reciclarla.

El océano no es un basurero

Greenpeace actuó contra Shell bajo un principio sencillo: el océano no es un basurero. Esto es parte de una campaña activa desde los 70. A través de los años, la organización se ha enfrentado con la industria y los gobiernos, retándolos a adoptar una actitud más responsable hacia el medio ambiente oceánico. Hubo algunos éxitos: los esfuerzos para acabar con la práctica de tirar ahí desechos radioactivos e industriales culminaron en 1993 con una prohibición global a las mismas.

Impacto ambiental acumulado

La campaña Brent Spar sentó un precedente para que la industria petrolera y gasera exploradora tuviera una actitud más abierta y responsable para deshacerse de sus plataformas obsoletas. Antes de que Greenpeace actuara contra Shell, muchas empresas planeaban depositar en el mar sus instalaciones obsoletas, tales como depósitos de petróleo y pozos de perforación. La acción de Greenpeace y el apoyo popular en Europa, aseguró que, hasta hoy, estas estructuras no sean desechadas en el mar.

1997

Pioneros de Greenpeace presentan la tecnología Greenfreeze

Greenpeace fue pionera en la introducción de una tecnología de refrigeración que no afecta la capa de ozono y no destruye el clima, y el mundo la adoptó.

La amenaza

Hasta el inicio de los 90, casi todos los refrigeradores domésticos usaban como refrigerantes unos químicos que destruían la capa de ozono. Cuando se descubrió un agujero en la capa de ozono de la Tierra, estos químicos –conocidos como CFCs– se prohibieron. 

Desafortunadamente, las alternativas que se adaptaron entonces –HFCs–, eran menos dañinas para la capa de ozono, pero tenían otros efectos negativos. Se trata de poderosos gases de efecto invernadero que contribuyen masivamente al cambio climático.

El estilo Greenpeace

Greenpeace decidió que tenía que haber una alternativa y comenzó a buscar. En 1992 encontró un instituto médico en Dortmund, Alemania, que había descubierto una mezcla apropiada de butano y propano que no destruía la capa de ozono ni afectaba el clima. De inmediato, Greenpeace se dio a la tarea de encontrar un socio industrial. DKK, una empresa que tenía 50 años produciendo refrigeradores y era líder en la fabricación de electrodomésticos en la antigua Alemania Oriental, estaba dispuesta a asumir el riesgo financiero y comenzó a construir un prototipo.  

Así nació Greenfreeze. La industria aseguró que no había mercado para este producto, por lo que la organización se dirigió directamente al público: en semanas, 70 mil personas lo habían ordenado. En 1993 y desde las líneas de producción en Alemania salió el primer refrigerador Greenfreeze.

El premio Ozono UNEP de las Naciones Unidas

La industria cambió rápidamente y hasta se sumó a la campaña de Greenpeace para diseminar esta tecnología. Hoy se producen alrededor del mundo 35 millones de refrigeradores con la tecnología Greenfreeze, aproximadamente un tercio de todos los que se fabrican anualmente. 

La tecnología introducida por la organización es utilizada por los principales fabricantes europeos, chinos, japoneses e indios. Grandes compañías europeas, como Siemens, Liebherr y Miele distribuyen Greenfreeze. 

Hasta ahora, la tecnología le ha evitado a la Tierra la emisión de 450 millones de toneladas de CO2 –más que las emisiones combinadas de Holanda, Austria y Grecia. Grandes usuarios de la industria, como Coca-Cola, McDonald’s y Unilever, han cambiado a tecnologías libres de HFC. En 1997 Greenpeace recibió el premio Ozono UNEP de Naciones Unidas por el desarrollo de Greenfreeze.

El siguiente gran paso

Greenfreeze era parte de una campaña mucho más amplia sobre Gases-F en la que Greenpeace había trabajado por 20 años. 

La campaña, que incluía esfuerzos para presentar el tema al público con un llamativo video, catalizó un innovador compromiso, cuando en 2010 las 400 compañías que integran el Foro de Bienes de Consumo (Consumer World Forum) de Estados Unidos, aceptaron adoptar métodos de refrigeración amigables para el clima en 2015. 

En ese año se concretará el siguiente gran paso de la campaña: SolarChill, otra tecnología desarrollada por Greenpeace, llevará los beneficios de la refrigeración a gente que no cuenta con fuentes confiables de electricidad, lo que permitirá, por ejemplo, el almacenamiento de vacunas. Desarrollada en cooperación con la Organización Mundial de Salud (OMS),  Unicef y otros, SolarChill aspira a demostrar, así como lo hizo Greenfreeze en su momento, el triunfo del “se puede hacer” sobre el “no se puede hacer”.


2004Desde 2004 las compañías tecnológicas comienzan a abandonar los tóxicos

Con acciones directas no violentas, campañas públicas y cooperación cuando es posible, Greenpeace presiona a las grandes corporaciones electrónicas para sustituir los compuestos tóxicos

La amenaza

El creciente aumento mundial del consumo de bienes electrónicos ha provocado una peligrosa explosión en la generación de basura que contiene químicos tóxicos que no pueden desecharse o reciclarse de manera segura. Cada año, cientos de miles de computadoras y teléfonos móviles viejos son depositados en basureros o incinerados. 

Miles más se exportan, con frecuencia y de manera ilegal, de países industrializados a Asia y África donde trabajadores de basureros, muchos de ellos niños, son expuestos a un coctel de químicos tóxicos y venenos.

El estilo Greenpeace

Greenpeace lo vio de la siguiente manera: los tóxicos en aparatos electrónicos amenazan la salud humana y el ambiente. 

Las corporaciones que se benefician fabricando y vendiendo estos bienes deben enfrentar sus responsabilidades reciclándolos; más aún, haciendo que desde su elaboración sean más limpios. 

Con esas demandas en mente, en 2004 Greenpeace lanzó su campaña para catalizar un cambio fundamental en la manera en que se diseñan, producen y reciclan los aparatos electrónicos. 

Los primeros resultados pronto se hicieron evidentes. Exhibidos, Samsung y Nokia anunciaron que eliminarían los químicos peligrosos de sus productos.

Un año más tarde, Sony Ericsson, Motorola y LG siguieron el ejemplo. En 2006, Hewlett Packard y Dell adoptaron sus propios planes de eliminación.

La guía de Greenpeace para electrónicos más verdes

Greenpeace sabía, sin embargo, que estas promesas tenían que ser monitoreadas mientras se mantenía la presión. 

En 2006, nació la herramienta más eficiente de la campaña: la Guía de Greenpeace para Electrónicos más Verdes –una guía para una industria altamente competitiva, que compara a unas compañías con otras, en términos de eliminación de tóxicos y esfuerzos de reciclaje. 

El otro componente importante de este esfuerzo era “el poder de la gente”, el cual fue más evidente con la campaña Green My Apple de 2006, que la transformó de una compañía atrasada a líder en la eliminación de tóxicos. 

Un sitio web diseñado como el de Apple (que más tarde ganó un premio Webby) se convirtió en la base para que los fans de esa compañía en todo el mundo donaran su tiempo, creatividad, blogs, banners, anuncios y diseños de playeras diciendo a Apple: “Amamos nuestras Macs. 

Sólo que nos gustaría que fueran más verdes”. Poco tiempo después el CEO de Apple, Steve Jobs, anunció un cambio de política, llamándolo “Una Apple más verde”.

Consulta sobre productos electrónicos verdes

Si las empresas se atrasaban en sus compromisos, Greenpeace usaba acción directa no violenta para hacérselos notar. 

En 2006, Dell se comprometió a eliminar el plástico PVC y los retardadores de fuego bromados de todos sus productos para 2009. 

Pero a mediados de 2010 Dell todavía tenía que cumplir con la fecha límite original y fijar una nueva no era opción. 

Los activistas de Greenpeace se presentaron en las sedes de Dell en Amsterdam, Copenhague, Bangalore y Austin, mientras que más de 40 mil activistas de todo el mundo le enviaron correos electrónicos a la compañía. 

Cuando la industria realiza progresos, sin embargo, Greenpeace ha estado dispuesta a cooperar. El año pasado, se invitó a compañías a mostrar lo mejor que tenían en una Consulta de Productos Electrónicos Verdes.  

Subrayando todo esto, está el trabajo de cabildeo de la campaña para fortalecer la regulación para químicos, que sigue siendo débil e inadecuada. Estos esfuerzos combinados han puesto a la industria en el camino firme hacia un futuro libre de tóxicos.

2006Salvado de la destrucción, el Bosque del Gran Oso

Diez años de trabajo difícil, peligroso y a veces descorazonador permiten alcanzar un acuerdo que pone un tercio del Bosque del Gran Oso bajo completa protección y obliga a las compañías taladoras a seguir en el resto del mismo un estricto sistema de manejo del ecosistema.

La amenaza

Es uno de los pocos bosques templados que quedan en el mundo. Aquí viven los osos grizzly, los raros osos blancos spirit y el salmón salvaje, así como cedros de mil años y milenarios helechos. 

Es uno de los bosques más hermosos de Canadá. Sin embargo, para aquellos que lo tenían a su cargo, el Bosque del Gran Oso no era más que “el área 33 de suministro de madera”, con millones de hectáreas de bosques milenarios marcados para ser derribados.

El estilo Greenpeace

Las líneas de batalla se fijaron en 1997, cuando los ambientalistas acuñaron el nombre Bosque del Gran Oso y Greenpeace señaló a las cinco grandes empresas que hacían 80 por ciento del daño como “destructores del bosque”. 

Siguieron diez años de campaña. Miles de activistas de todo el mundo presionaron: algunos enviaron correos electrónicos, otros participaron en bloqueos, otros más votaron con su cartera contra la destrucción de los bosques. 

Algunos fueron golpeados, a otros los arrestaron. Con el paso del tiempo, la campaña para salvar al Bosque del Gran Oso se convirtió en un movimiento masivo que ganaba actualidad y atención mediática.

La campaña

Los activistas de Greenpeace bloquearon operaciones de talado remotas, cerraron caminos y evitaron que los trabajadores entraran al bosque y salieran los cargamentos de madera. El director ejecutivo de Greenpeace Internacional, Thilo Bode, habló ante la ONU sobre el bosque, en el momento en que la policía canadiense ingresaba para romper las protestas. Dos embarcaciones de Greenpeace, el Moby Dick y el Arctic Sunrise, entraron en acción. Al mismo tiempo, estaba en marcha una campaña en Europa y Estados Unidos dirigida a los clientes de las compañías taladoras. 

Esto se complementó en 1999 con una campaña dirigida a la industria bancaria. Los grandes bancos comenzaron a sacar su inversión de las empresas involucradas. El resultado combinado de todo esto fue un clima de negocios verdaderamente incierto... y la industria tuvo que sentarse a negociar.

Acuerdo negociado

El acuerdo final fue negociado entre grupos ambientalistas, las Primeras Naciones, el gobierno de Columbia Británica y las compañías taladoras (algunas fueron obligadas a permanecer en la mesa por la continua acción de Greenpeace). 

La protección del bosque no sólo es una de las más grandes victorias ambientales en la historia de Canadá. 

También sirve como ejemplo global para posibles soluciones a los conflictos sobre el uso de la tierra, que surgen a partir de las preocupaciones sobre justicia social para los pueblos indígenas y su derecho a conservar sus territorios tradicionales; sobre las preocupaciones ambientales respecto a la tala industrial a gran escala y la necesidad de proveer de una forma sustentable de ganarse la vida a los habitantes de esos lugares amenazados. 

Hoy, el Bosque del Gran Oso es uno de los más grandes y protegidos del mundo.

2010Nestlé deja de comprar aceite de palma que destruye el bosque tropical

Siguiendo una corta, pero altamente efectiva campaña global contra la marca Kit Kat, Greenpeace logró que el gigante alimenticio Nestlé aceptara dejar de comprar aceite de palma a proveedores que destruyen el bosque tropical

La amenaza

La  compañía de alimentos Nestlé compraba aceite de palma a Sinar Mas, una empresa indonesia que había sido descubierta, una y otra vez, destruyendo ricas turberas y bosques tropicales en ese país. 

Estas prácticas –documentadas por Greenpeace con imágenes satelitales y fotografías– empujaban al orangután a la extinción y aceleraban el cambio climático.

El estilo Greenpeace



El compromiso de Nestlé se obtuvo después de 8 semanas de intensa campaña que combinó presión masiva de consumidores a través de las redes sociales con un blanco muy bien escogido –la marca Kit Kat–, acción directa no violenta y la difusión continua de evidencias. 



Cientos de miles de simpatizantes apoyaron la campaña escribiendo a Nestlé, llamándolos o difundiendo el mensaje de la campaña a través de redes sociales. “Have a break?, una video-parodia de Greenpeace, fue retirado de YouTube, provocando denuncias contra la censura y cientos de miles de visitas al video después de que éste volvió a ser cargado en Vimeo. 



En total tuvo 1.5 millones de visitas.



Campaña internacional


En la preparación de estas actividades públicas, Greenpeace utilizó su estructura internacional para establecer que el aceite de palma producido por Sinar Mas era, en efecto, utilizado en la barras de chocolate Kit Kat. 

Antes y durante toda la campaña, Greenpeace monitoreó las prácticas de la compañía indonesia, con equipos que proveían evidencia satelital y fotográfica desde Indonesia. 

Esta campaña, dirigida específicamente a la compañía, que también incluyó a activistas que se presentaron ante accionistas de Nestle AGM, se desarrolló a partir del continuo trabajo de cabildeo del equipo de bosques de la organización, para presionar a actores políticos a tomar acciones internacionales y locales coordinadas a fin de implementar las medidas necesarias para proteger los bosques del planeta, los derechos de las personas que dependen de ellos, la biodiversidad y el clima.

El poder de los consumidores

Las compañías multinacionales, como Nestlé, están en una situación perfecta para presionar a sus proveedores y competidores para que sigan su ejemplo, provocando un cambio en el sistema. Siguiendo el compromiso de la compañía, Greenpeace anunció que la estaría vigilando para asegurar que cumpla su palabra. En 2011 sigue investigando y exhibiendo a las transnacionales inescrupulosas que destruyen los bosques tropicales y presionando al gobierno de Indonesia para que actúe, todo esto a fin de acercarse a la meta final: cero deforestación a nivel global para el 2020.

Nuestra historia se remonta a 1971…


En septiembre de 1971 podemos ubicar la primera acción concreta de lo que poco tiempo despues sería nuestra organización, Greenpeace. 

Hay que subrayar que la historia de Greenpeace no es una sola ni está ordenada. Se expande en muchas direcciones y desafía cualquier intento por contenerla o definirla. 

Y la historia contada aquí no es la única y probablemente es posible enriquecerla con anécdotas, datos, resultados que se han ido encontrando con el paso del tiempo.

Lo único cierto es que si nos hiciéramos la pregunta de cómo sería el mundo sin la acción decidida de Greenpeace, la respuesta no sería alentadora; tendríamos entonces que responder cuestiones como: ¿cuántas ballenas más habrían muerto?, ¿cuántos vertidos peligrosos más se habrían vertido al mar?, ¿cuántos bosques más habrían desaparecido?, ¿cuántos ensayos nucleares atmosféricos más se habrían realizado?, entre muchas más.


Tripulación del primer viaje de Greenpeace a bordo del Phyllis Cormack, antes de partir hacia la Isla de Amchitka el 15 de septiembre de 1971. Comenzando por el lado superior izquierdo y siguiendo las manecillas del reloj: Hunter, Moore, Cummings, Metcalfe, Birmingham, Cormack, Darnell, Simmons, Bohlen, Thurston, Fineberg. © Greenpeace / Robert Keziere































Por eso, hoy que llegamos a 40 años, vale la pena decir larga vida a Greenpeace, a sus socios, sus voluntarios, sus ciberactivistas, sus aliados y colaboradores en todo el mundo. La suma de todas esas voluntades y compromisos es la que ha hecho posible a nuestra organización llegar a 40 años de trabajo ininterrumpido en favor del planeta.  ¡Muchas gracias por ser Greenpeace!

Y, para celebrar, he aquí un poco de cómo empezó todo…

De No hagan olas a Greenpeace


Los fundadores de Greenpeace (de derecha a izquierda): Irving Stowe, abogado; Paul Cote, estudiante de derecho; Jim Bohlen, un científico forestal. Todos miembros del comité "No hagan olas". 1971. © Greenpeace / Robert Keziere
Fue en la diminuta isla de Amchitka, situada en un extremo del archipiélago aleutiano del Pacífico Norte —donde Estados Unidos realizó una prueba nuclear subterránea en 1969—, donde los canadienses Jim Bohlen, Irving Stowe y Paul Cote dieron origen a Greenpeace, concentrando en su nombre dos elementos cardinales de la organización: pacifismo y ambientalismo.

Ubicada en las aguas de la costa oeste de Alaska, Amchitka era hogar de águilas calvas, halcones peregrinos y último refugio de 3,000 nutrias. Amchitka está situada en una de las regiones más sísmicas del mundo. En 1964 un temblor de entre 8.3 y 8.6 grados en la escala de Richter ocasionó la muerte de 115 personas, dejando a cientos sin hogar y destruyendo el 75% de la infraestructura del comercio y la industria. Esto generó también series de tsunamis y olas sísmicas que afectaron playas de Oregon, California, Hawai y Japón.

Este fue el sitio que Estados Unidos escogió para probar su arsenal nuclear, así que el 2 de octubre de 1969, Amchitka fue estremecida por la fuerza de una bomba nuclear, que explotó 1,200 metros bajo su superficie.
El acto estuvo rodeado de controversia, pues la gente temía otro temblor. El día de la prueba, 10 mil manifestantes bloquearon el paso a la principal frontera entre Estados Unidos y Canadá para demostrar su preocupación. Sus pancartas decían “Don’t Make A Wave. It’s Your Fault If Our Fault Goes” (1).

La Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos ignoró las protestas y llevó a cabo la prueba, mientras los sismógrafos grababan olas que medían 6.9 en la escala de Richter. Pero la bomba no causó un temblor ni una onda en la marea, y el miedo bajó por un tiempo. Luego llegó el anuncio de que se llevaría a cabo otra prueba en 1971, cinco veces más fuerte que la anterior.

Una de las personas más activas en la protesta antinuclear era Jim Bohlen. Buzo y operador de radar en la Marina de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, el neoyorquino Bohlen estaba en Okinawa cuando Estados Unidos lanzó las primeras bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. Bohlen se opuso fervientemente a políticas del gobierno estadounidense relacionadas con las armas nucleares, y objetó fuertemente la participación de este país en Vietnam. Luego se mudó a Vancouver en 1966 con su familia, donde conoció a Irving Stowe en una marcha antiguerra en 1967.

Fue Stowe quien introdujo a Bohlen en la religión cuáquera. Los cuáqueros creían en una forma de protesta conocida como “dar testimonio”(2), una forma de resistencia pasiva que implica acudir a la escena de una actividad objetable y expresar oposición simplemente al estar ahí de manera física.

Pronto enfocaron su atención en Amchitka. La cuestión era cómo despertar la conciencia en Estados Unidos. En 1970 Bohlen y Stowe, junto con Paul Cote, formaron el comité “No Hagan Olas” (3), retomando el lema de la manifestación de 1969. El propósito era detener la prueba nuclear en Amchitka.

Según Bohlen: “‘Comité No Hagan Olas’ eran palabras que no significaban mucho. La gente no se relacionaba con ellas, así que el grupo trató de pensar en algo que la gente pudiera entender”.

No queda claro cómo surgió el nombre, al parecer fue Hill Darnell, un trabajador social canadiense, quien ideó la combinación de palabras que señalan la preocupación por el planeta y la oposición a las armas nucleares. Así nació Greenpeace.

Dando testimonio

El Phyllis Cormack, un viejo barco pesquero de 24 metros, fue el primer navío del grupo, rentado por seis semanas a un costo de 15,000 dólares. Tenía más problemas mecánicos que los que se suponía debía tener. Después de pasar trece meses tratando de encontrar algo mejor, Bohlen, Stowe y Cote concluyeron que no había alternativa. En este bote navegaron hacia la bomba.


Dave Birmingham iza la bandera de Greenpeace en el barco Phyllis Cormack unos días antes de partir a Amchitka. Septiembre, 1971. © Greenpeace / Robert Keziere





























Tanto el navío como su tripulación estaban en el ojo público. Se comunicaron por radio con la costa y los medios. Había doce personas a bordo, incluyendo al capitán Cormack. A las 4 de la tarde del 15 de septiembre de 1971, llevando los símbolos de la paz y la ecología, el Phyllis Cormack, zarpó a cumplir su primera misión real.

“Nuestra meta es muy simple, clara y directa: llevar a una confrontación entre la gente de muerte y la gente de vida. No nos consideramos a nosotros mismos radicales. Somos conservadores, insistimos en conservar el medio ambiente para nuestros hijos y futuras generaciones de hombres”, reportó Ben Metcalfe, un veterano de radio que estaba entre los periodistas que integraban la tripulación, y que jugaron un rol preponderante, la mañana del 16 de septiembre desde el barco.

En esa travesía también resultó clave la presencia de otro periodista, Robert Hunter, quien llevaba a bordo un libro llamado Guerreros del Arcoiris, un pequeño volumen de mitos indígenas y leyendas, y que fue una fuente de inspiración para el equipo, en particular una profecía de 200 años de una anciana cree llamada Ojos de Fuego, quien predijo que cuando la tierra fuera saqueada de sus recursos, el mar ennegrecido, las corrientes envenenadas, el venado muerto sobre sus huellas, justo antes de que fuera demasiado tarde, el indio recobraría su espíritu y enseñaría al hombre blanco la reverencia por la tierra, uniéndose a él para convertirse en Guerreros del Arcoiris. Este nombre tendría una resonancia básica en la historia posterior de Greenpeace.

Así pues, en el camino a Amchitka, a cinco kilómetros del límite territorial, con cámaras y grabadoras la tripulación del Cormack “atestiguó” en la tradición cuáquera, y a través de los medios hizo que Canadá también fuera testigo. Entonces la tripulación recibió un mensaje por radio que anunciaba que la prueba había sido pospuesta, pero no se sabía por cuánto tiempo.

Luego, el 30 de septiembre, se acercó al Cormack el buque Confidence, de la Guardia Costera, y el comandante avisó al barco de Greenpeace que estaba bajo arresto, y los tripulantes fueron detenidos. A espaldas del comandante, el personal del Confidence entregó a los tripulantes del Cormack un cablegrama firmado por 17 marinos, y que decía: “Debido a la situación en que nos encontramos, la tripulación del Confidence siente que lo que están haciendo es por el bien de toda la humanidad. 

Si nuestras manos no estuvieran atadas por estos lazos militares, estaríamos en la misma posición en que están ustedes, si fuera posible. Buena suerte. Los apoyamos 100%”. Cuando los marinos partieron, lo hicieron con los bolsillos llenos de carteles, libros y banderas con el signo de la paz que les dio la tripulación de Greenpeace.

A pesar de un sentimiento de derrota, ya que la batalla no se había ganado, al menos aparentemente, Greenpeace reunió apoyo en toda la nación gracias a la información de Metcalfe y Hunter: los eventos del viaje, especialmente el arresto y “amotinamiento” de la tripulación de la Guardia Costera.


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En el puerto de Vancouver, simpatizantes de Greenpeace esperan el regreso del Phyllis Cormack de la primera protesta contra las pruebas nucleares en la costa de Canadá. Octubre, 1971. © Greenpeace / Robert Keziere
Tanta era la buena voluntad hacia Greenpeace que, de regreso a la Columbia Británica, Stowe pudo reunir el dinero para otro bote más rápido, de 47 metros, el Edgewater Fortune, que se enfiló hacia Amchitka mientras el Cormack volvía a casa. Los dos barcos se cruzaron cerca de la isla de Vancouver.

Empezó entonces una carrera contra el tiempo. La tripulación de 28 miembros reunió provisiones e hizo planes en 24 frenéticas horas, después de que el presidente Nixon marcara como fecha límite para la siguiente prueba: el 4 de noviembre de 1971. El Fortune, rebautizado como Greenpeace II para el viaje, perdió tiempo cuando fue golpeado por una tormenta al tratar de cruzar el Golfo de Alaska y tuvo que hacer dos paradas por reparaciones y combustible.

A pesar del valeroso intento, el Fortune estaba a 1,100 kilómetros, el 6 de noviembre de 1971, cuando el secretario de la AEC, Schlesinger, ordenó que la bomba fuera detonada.

El sismo que se dio fue del orden político: tantas manifestaciones públicas contra las pruebas y emplazamientos a huelga que era imposible para Estados Unidos continuar con las pruebas en Amchitka. Después de cuatro meses de silencio, la AEC anunció el final de las tentativas en el archipiélago aleutiano por “razones políticas y de otra índole”. La voz de Greenpeace se había escuchado, y la pequeña isla de Amchitka estaba a salvo.

Viaje hacia la bomba

El segundo gran capítulo en la historia de Greenpeace se remite al Atolón de Mururoa, en la Polinesia francesa, donde Francia probaba armas nucleares. Cabe mencionar que Inglaterra, Estados Unidos y la entonces URSS habían firmado un tratado en 1963 en el cual se comprometían a llevar a cabo todas las pruebas bajo tierra. Sin embargo, Francia y China se habían rehusado a ello.


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David McTaggart abordo del "Vega", barco de Greenpeace. Noviembre, 1981. © Greenpeace
La tarea de detener estas pruebas recaería en otro canadiense, un hombre que no era parte del equipo original de Greenpeace y no estaba al tanto de los eventos en Amchitka: David McTaggart, quien se convertiría en uno de los líderes más pertinaces y recios de Greenpeace.

Con una trayectoria que pareciera predestinarle a estar en el lugar preciso en el momento oportuno, McTaggart tenía, como única posesión, un barco llamado Vega, de doce metros, que le había llevado a navegar alrededor del Pacífico Sur hasta Nueva Zelanda. Ahí conoció a una mujer llamada Ann-Marie Horne, que se convertiría en una de sus amigas más cercanas, y le haría saber que Greenpeace buscaba a alguien que navegara un bote hacia Mururoa para protestar contra las pruebas nucleares.

La idea de tal viaje era tan atractiva como bizarra para McTaggart, quien no era activista, ni tenía idea acerca de las pruebas nucleares; a pesar de ello, muy pronto se dio cuenta de que la forma de detener la bomba era navegar justo fuera del límite territorial. El bote permanecería en aguas internacionales, así que los franceses no podrían tocarlo legalmente, y difícilmente detonarían la bomba con una protesta justo en la zona de destrucción.

McTaggart calculó el viaje de 11,000 kilómetros de Nueva Zelanda a Mururoa. Sabía que la prueba estaba calendarizada para el 1 de junio, para lo cual faltaban seis semanas, y considerando que estaban al menos a treinta días para llegar a Mururoa, eso significaba que en dos semanas debían arreglarse cientos de cosas necesarias para un viaje de esa naturaleza. El trayecto parecía difícil, pero McTaggart tenía el tiempo y la intención y contaba con el apoyo de la Fundación Greenpeace y con una tripulación de cinco miembros.


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El Vega, también conocido como Greenpeace III, zarpa del puerto de Manzanillo hacia su tercera expedición contra las pruebas nucleares francesas. Noviembre, 1981. © Greenpeace / David McTaggart
El viaje enfrentó varios intentos de las autoridades para evitar que se emprendiera, como llevar a McTaggart a la cárcel durante una noche, pero el 30 de abril, después de hacer los arreglos de última hora, el Vega zarpó del Puerto Westhaven, con el nombre de Greenpeace III bordado y enarbolando los símbolos de la ecología y la paz.

Durante los primeros días el viaje hizo grandes progresos por los excelentes vientos a favor. Sin embargo, se suscitaron muchos problemas de comunicación a través de la radio y había una tensión creciente entre la tripulación.

Como resultado, McTaggart decidió desviarse cientos de kilómetros hacia Rarotonga, en las Islas Cook, donde los problemas de la tripulación alcanzaron un clímax, y por si fuera poco, todos contrajeron fiebre tropical. Finalmente sólo tres de ellos continuaron el viaje: Nigel IngramGrant Davidson yDavid McTaggart, que se lanzaron a cruzar los 2,400 kilómetros que les faltaban para alcanzar Mururoa antes de la prueba de junio.

Contra todo pronóstico, el 1 de junio el Vega navegó dentro de la zona prohibida y tomó su posición a 32 kilómetros del área de la prueba.

Sin saberlo, el Vega estaba siendo constantemente monitoreado por poderosas estaciones de rastreo en Tahití y Nueva Caledonia, y al día siguiente un avión los sobrevoló y un buque de guerra se les aproximó en forma alarmante.

Durante días, la tripulación del Vega continuó con sus esfuerzos para permanecer en la zona, a pesar de feroces vientos y grandes olas, mientras aviones y helicópteros los sobrevolaban constantemente. A mediados de junio, cuando estaba a 24 kilómetros de Mururoa, la tripulación del Vega avistó torres de radio y edificaciones en la base francesa, y claras señales de que la bomba estaba a punto de ser lanzada. 

En lugar de retroceder, los tres hombres decidieron acercarse más, al borde de cualquier nube del hongo. Al día siguiente, la tripulación del Vega transmitió un telegrama que decía: “Balón se levantó sobre Mururoa anoche. Greenpeace III dieciséis millas al noreste. Situación aterradora. Por favor recen”.

Después de un día de capotear condiciones atmosféricas difíciles, la tripulación avistó otro buque de guerra francés que los acosó durante dos días, hasta el 21 de junio, en que se les advirtió por escrito que se retiraran de la zona prohibida: la prueba era inminente.

Era obvio que su presencia estaba causando retrasos, así que al día siguiente otros dos buques aparecieron con la intención de acosar al Vega. Esto duró ocho días, mientras helicópteros y aviones los sobrevolaban hora tras hora.

La información manejada por la prensa internacional era, sin embargo, tergiversada: se hacía saber al mundo que Greenpeace había sido pacíficamente escoltado fuera del área muchos días antes. Sin embargo, la tripulación se mantuvo firme, y pasó más de 20 días luchando por su posición alrededor de Mururoa después de un viaje comparable en distancia a cruzar el Atlántico.

Después de semanas de acoso, la tripulación creyó escuchar un trueno distante. Al tratar de acercarse, uno de los buques franceses nuevamente se acercó demasiado al Vega, pero esta vez sí lo golpeó fuertemente. El buque fue seriamente lastimado, su antena aplastada y cuando empezó a gotear, su tripulación no tuvo más remedio: McTaggart accedió a que los franceses los remolcaran hacia Mururoa.

Ahí los militares franceses dieron el golpe de gracia: la tripulación del Vega fue subrepticiamente filmada por tres fotógrafos, y las imágenes fueron enviadas a la prensa internacional, con el objetivo de negar los esfuerzos del Vega en su travesía hacia Mururoa, y demostrar que la protesta se había llevado a cabo y resuelto en los mejores términos. Con el bote seriamente dañado, y la moral baja, McTaggart, Ingram y Davidson fueron conducidos hacia Rarotonga.

Regreso a Mururoa

Mientras el dañado Vega cojeaba hacia Rarotonga el 15 de julio de 1972, un desafiante McTaggart voló a su antiguo hogar en Vancouver, donde no había estado durante los últimos 15 años, e ignorando a quienes decían que era imposible, estaba determinado a llevar a un poder mundial a la corte: “Volví a Vancouver y comencé mi pequeña guerra con Francia”, aseveró.

A pesar de la descorazonadora falta de apoyo inicial, y de los altos costos para reparar el Vega, McTaggart conoció a un abogado llamado Jack Cunningham, experto en leyes marítimas, quien accedió a hacerse cargo de su caso.

Así, McTaggart escribió cartas a políticos y a personas que apoyaban la causa, y cuando casi había terminado su libro, Outrage, encontró a un pequeño editor local que le dio una cantidad por adelantado, misma que le envió a Nigel Ingram a Nueva Zelanda para comenzar las reparaciones del Vega.

Era abril de 1973, y siguiendo las noticias de que los franceses planeaban detonar una bomba de hidrógeno ese verano, McTaggart decidió volver a la zona de prueba. El apoyo a la causa había crecido y reunió recursos para reparar el Vega. Antes de volver, McTaggart recibió una oferta de 5,000 dólares de los franceses a cambio de que desistiera de su segundo viaje, misma que declinó, por supuesto.

Para entonces, todos los ojos estaban puestos sobre Mururoa, y la oposición a las pruebas francesas había alcanzado un punto álgido. Durante ese año se anunciaron boicots en Nueva Zelanda y Australia, naciones sudamericanas expresaron desacuerdo con la lluvia nuclear, y en Europa 200 manifestantes marcharon bajo la bandera de Greenpeace, de Londres a París, pero fueron detenidos en la frontera francesa por la policía. La fuerza física era la reacción estándar del gobierno ante el disenso.

Esa primavera unos 25 botes de protesta se preparaban para navegar hacia el sitio de Mururoa, y buques de guerra fueron enviados por los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda, en lo que fue probablemente la primera vez que se utilizó infraestructura militar moderna para la protesta pacífica. Imperturbables, los franceses comenzaron las pruebas el 21 de julio.


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El Vega abordado por comandos franceses en Mururoa, zona de pruebas nucleares. Agosto, 1973. © Greenpeace / Ann-Marie Horne




























Pronto, el bote que comenzó todo, el Vega, estaba nuevamente en acción. Esta vez volvió a Mururoa en 21 días. La tripulación estaba conformada por Ann-Marie HorneMary LornieNigel Ingram y por supuesto David McTaggart.

El 14 de agosto el Vega ya estaba solo: los buques de guerra de Nueva Zelanda y Australia habían dejado el área y otros dos botes de protesta también se habían retirado. A su llegada, el Vega fue inmediatamente acechado por un avión y un buque franceses, y el 15 de agosto McTaggart atisbó a tres botes yendo en dirección del Vega.

La tripulación se dio cuenta de que iban por ella. Trataron de escapar pero no fue posible. Mary y Ann-Marie tomaron fotografías mientras los comandos franceses abordaban el yate, y todo ocurrió muy rápido: pronto los comandos tenían amagado a McTaggart en el suelo, y lo apalearon hasta la inconciencia. Le golpearon la cabeza, las rodillas, la columna, y le hirieron gravemente el ojo derecho, mientras Ingram también era vapuleado.

La golpiza a McTaggart fue tal que tuvo que ser llevado a Tahití de emergencia, mientras que los otros fueron llevados a una base francesa. Durante el asalto, los comandos habían tirado por la borda la cámara de Mary, y decomisado la que ellos pensaban que había usado Ann-Marie durante el asalto, pero lo cierto es que había logrado esconderla y llevársela.


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David McTaggart en el hospital tras ser golpeado por comandos franceses por protestar contra las pruebas nucleares en el Pacífico Sur, 1973. © Greenpeace / Ann-Marie Horne
El comando naval francés fabricó una historia para presentar a la prensa, que incluía que McTaggart se había golpeado a sí mismo al tratar de agredir a los franceses. Pero las 13 fotos de Ann-Marie llegaron a Greenpeace, que las entregó a la prensa: mostraban que los comandos estaban armados y que McTaggart había sido golpeado. Cuando este episodio terminó, aparecieron artículos sobre la salvaje golpiza en al menos 20 países, y los recortes de prensa llenaban 22 álbumes.

Fue una victoria real en otros términos, pues el 24 de septiembre de 1974, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Francia anunció que sus futuras pruebas nucleares se llevarían a cabo bajo tierra.

Pero para McTaggart no era un triunfo tan claro; estaba decidido a proseguir su caso en la corte. Vendió el Vega para reunir fondos y viajó a París para tratar de demandar a un gobierno que le bloqueaba la entrada.

El caso tomó dos años y, finalmente, el 17 de junio de 1975, ganó una victoria sustancial en el Tribunal Civil de París, cuando la corte dictaminó que la Armada Francesa era culpable de aplastar su bote y debía pagar daños. En el segundo y más serio cargo de piratería, la corte se consideró incompetente para juzgar, y aconsejó a McTaggart buscar otro tribunal.

McTaggart perseveró, y en enero de 1976 ese aspecto del caso fue escuchado, aunque no resuelto a su favor. Al final de la lectura del veredicto, el procurador hizo un comentario sorpresivo: “No debe negarse que McTaggart puede haber ayudado a persuadir al gobierno francés para decidir hacer pruebas bajo tierra, en lugar de atmosféricas (…) Es posible que la actitud de McTaggart, reforzada por las reacciones de ciertos países y ciertos grupos, causara que el gobierno de Francia lo pensara de nuevo”.

Fue una larga trayectoria la que llevó al Vega a tener éxito en sus viajes. Pero la cuestión estaba lejos de terminar.

Salvar a las ballenas

De Amchitka a Mururoa, la principal preocupación de Grenpeace hasta 1975 fue la cuestión de las pruebas nucleares, pero esto cambió radicalmente cuando la organización se volvió consciente de la emergencia de las grandes ballenas, en un momento en que muchas de sus especies eran llevadas a la extinción por la industria ballenera.

La figura central para el desarrollo de esta conciencia fue Paul Spong, un sicólogo de Nueva Zelanda que había sido despedido de su trabajo de investigación en el Acuario de Vancouver por indicar públicamente que su orca cautiva quería ser libre.


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Pablo Spong (izquierda) y Bob Hunter (derecha). Mayo, 1976. © Greenpeace / Rex Weyler
Al principio, el grupo antinuclear dentro de Greenpeace resistió involucrarse en la cuestión de las ballenas, así que Spong y Robert Hunter desarrollaron las ideas iniciales bajo la bandera del Proyecto Ahab. Después de la muerte de Irving Stowe, en octubre de 1974, la Fundación Greenpeace cesó virtualmente sus funciones. El grupo conformado por el Comité del Proyecto Ahab integró el nuevo Greenpeace.

A principios de 1975 rentaron su primera oficina real, tres pequeños cuartos que pertenecían a un grupo anticontaminación, donde se instalaron para reunir dinero y financiar el viaje. Organizaron conciertos, vendieron camisetas, calcomanías, carteles y otros eventos.

Encontrar los botes que entrarían en acción fue fácil: los ya experimentados Phyllis Cormack y Vega (un profesor de leyes retirado, Jacques Longini, le había comprado el Vega a McTaggart y lo había puesto a disposición de Greenpeace).

Uno de los principales retos era localizar las flotas balleneras o los botes de Greenpeace acabarían rondando por el pacífico buscándolas. La tarea recayó en Paul Spong, quien a principios de 1975 viajó a Noruega, al Buró de Estadística Internacional de Pesca de Ballenas, donde se presentó como investigador de cetáceos, y obtuvo información para hacer cálculos aproximados para llevar a cabo el viaje.

Así, el 27 de abril de 1975 el Phyllis Cormack y el Vega zarparon de Vancouver. Ambos llevaban la bandera de Naciones Unidas y el nuevo símbolo adoptado para la campaña de las ballenas: la cresta de orca de los indios Kwakiutl. Unas 23,000 personas se reunieron en la Playa Jericó para verlos partir.

Durante días, los periódicos japoneses se llenaron con historias sobre la protesta, y el gobierno japonés amenazó con acción legal si Greenpeace interfería en la caza de ballenas. Como medio para incrementar la conciencia sobre el tema, la campaña fue un éxito.
Robert Hunter coordinaba la cobertura en medios, junto con el fotógrafo Rex Weyler. Esta vez toda la misión sería enteramente filmada. La tripulación incluía a Patrick MooreWalrus OakenboughPaul WatsonRamon FalkowskiGeorge Korotva y Carlie Trueman.


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Activistas de Greenpeace protestan en la popa de un buque factoría ballenero. Junio, 1975. © Greenpeace / Rex Weyler



























Por las siguientes cuatro semanas los dos botes, operando fuera de una base del Puerto Winter en la Isla Vancouver, hicieron varios viajes en busca de ballenas. El 1 de junio los dos botes se separaron. El Vega se dirigió a Long Beach, mientras el Cormack navegó hacia el norte. Cinco días después, el Cormack alcanzó una transmisión de radio de un barco-factoría, cuya tarea era procesar a las ballenas capturadas por los botes arponeros.

En pocos días los barcos soviéticos estuvieron a la vista, a unos 80 kilómetros justo hacia el oeste de Eureka, California. Había una ballena muerta sangrando profusamente, y era demasiado pequeña: un bebé.

Entonces apareció un barco arponero amenazando con rociarlos con una manguera de alta presión. La tripulación inmediatamente trató de proteger el equipo fotográfico. Pero pronto el grupo tuvo una confrontación con el gigantesco barco-factoría. 

Mientras Easton y Weyler filmaban la sangre saliendo a chorros por un conducto de desecho del casco del barco arponero, y ante el asombro de la tripulación soviética ubicada en la plataforma del buque, los miembros de Greenpeace tomaron sus guitarras y entonaron canciones en contra de la caza de ballenas, tocándolas a todo volumen a través de bocinas.

El Phyllis Cormack entonces persiguió a otro buque arponero, que justo había bajado a seis ballenas a su fábrica a bordo y ahora iba a cazar más. Pronto el agua propulsada por los espiráculos de las ballenas fue claramente visible frente a los soviéticos. En minutos los botes inflables estaban en el agua. En uno, Hunter y Korotva alcanzaron la posición entre los arpones y las ballenas. Moore luchó por mantener su bote al lado de ellos. 

En la tercera nave, Watson y Easton eran golpeados por las olas. Pronto un arpón fue disparado justo sobre las cabezas de Hunter y Korotva, hundiéndose en una ballena justo junto a ellos, la granada del arpón explotó en la espalda del animal. El cable del arpón pasó a menos de metro y medio de Korotva y Hunter. La imagen fue capturada por las cámaras y pronto sería famosa. El New York Times publicó: “Por primera vez en la historia de la caza de cetáceos, los seres humanos han puesto sus vidas al frente por las ballenas”.

A pesar de que la criatura murió, las acciones de Greenpeace salvaron otras ocho ballenas de los arpones soviéticos. Luego el Cormack se dirigió a San Francisco, donde la prensa esperaba con una gran cantidad de personas que apoyaban la causa. Fotografías que mostraban a la tripulación de Greenpeace interponiéndose entre la ballena y el arpón fueron transmitidas por compañías de televisión de Estados Unidos, Canadá, Europa e incluso Japón, y la misión tuvo un éxito sin precedente.

Durante los siguientes dos años aparecieron grupos que se llamaban a sí mismos Greenpeace, desde Tennessee a Saskatchewan, sin embargo, todavía era una organización en ciernes, con sólo 30 trabajadores, aunque en San Francisco comenzó a formarse un sólido grupo que organizó campañas que permitieron que una oficina se abriera ahí en 1976.

En Vancouver, la oficina principal tenía una deuda que requería un manejo más profesional. Así que un grupo de directores se formó, con Hunter como presidente, y Moore, Korotva y Rod Marining como vicepresidentes a cargo de política, comunicaciones y operaciones, respectivamente. También contrataron a un administrador, establecieron una tienda y comenzaron su propio periódico.


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Un barco ballenero ruso es rodeado por dos botes inflables de Greenpeace en el Pacífico Norte. 1976 © Greenpeace / Rex Weyler
A principios del verano de 1976, Greenpeace había reunido suficiente dinero para financiar una segunda misión contra los balleneros, que partió de Vancouver el 13 de junio, esta vez a bordo del James Bay, un buque de 47 metros suficientemente rápido para seguir a los balleneros y con espacio para 36 personas. “Si Rusia y Japón deciden seguir cazando ballenas, tendrán que hacerlo sobre nuestros cadáveres”, anunció Robert Hunter.

El barco de Greenpeace se lanzó a esta nueva expedición. Interfiriendo con una cacería en progreso en julio, a 2,250 kilómetros al suroeste de San Francisco, cuatro botes de Greenpeace formaron una barrera entre los botes soviéticos y una familia de pequeñas ballenas, haciendo imposible para los arponeros alcanzar sus blancos. 

Por un total de diez días, el barco de Greenpeace estuvo en confrontación con la flota soviética o en cercana persecución de ella. En cierto punto podían cruzarse con el buque ballenero y, a través de fuertes bocinas, lanzaban mensajes en seis idiomas para detener la caza.

De acuerdo con Paul Spong, durante su segunda campaña contra la caza de ballenas, Greenpeace salvó directamente a 100 cetáceos y, al mantener a los balleneros lejos de sus lugares normales de caza, indirectamente salvó otras 1,300 o más. Tal éxito resultó inspirador, pero estos fueron sólo los inicios de la batalla.

Sangre en el hielo

En el periodo entre los dos viajes para impedir la caza de ballenas, Greenpeace hizo suya otra causa de gran resonancia: cientos de miles de crías de foca de Terranova estaban siendo cazadas, especialmente por flotas comerciales de Noruega a Canadá. Los cazadores descendían a las zonas de crianza en febrero y marzo, cuando tenían apenas unas semanas, las golpeaban en la cabeza y les quitaban la piel sobre el hielo.

Para mediados de 1970, la caza intensiva había reducido considerablemente la población de focas. Pueblos indígenas y colonizadores tomaban focas adultas para consumir su carne, piel y aceite, por supervivencia, en cambio, los cazadores comerciales, tomaban las pieles de las focas bebés o muy jóvenes para hacer abrigos, guantes, botas de esquí y otros artículos de lujo.

La atención pública miró primero hacia la caza de focas. Una secuencia suponía representar la antigua lucha entre hombre y naturaleza, mostrando a focas recién nacidas siendo golpeadas hasta la muerte, sacudiendo a espectadores a través de Canadá y Estados Unidos.

Entre esos espectadores estaban Walrus Oakenbough y Paul Watson, quienes discutieron la caza a bordo del Phyllis Cormack al final del primer viaje por las ballenas en 1975. Su idea era viajar hacia Terranova y tratar de detener la masacre rociando a las crías con una inofensiva tinta verde para que sus pieles ya no fueran útiles para los cazadores, lo cual preservaría las vidas de las crías.

El 2 de marzo de 1976, la primera expedición de Greenpeace para salvar a las focas partió de Vancouver. Era a finales del invierno y las tormentas de nieve estaban azotando. Como si la terrible temperatura no fuera suficiente obstáculo, Greenpeace encontraría a un grupo de enojados habitantes de la zona bloqueando el camino hacia el pueblo. Conforme se acercaban, la multitud los empujaba. Pero la violencia fue efímera, y una reunión fue concertada para esa tarde, permitiendo a cada parte presentar su caso.


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Paul Watson abraza a una cría de foca para protegerla de los cazadores. Marzo, 1976. © Greenpeace / Patrick Moore




























Los habitantes no eran los únicos molestos con la interferencia de Greenpeace. El gobierno canadiense escribió apresuradamente una ley en contra de rociar focas y prohibió mover a las crías o situarse entre una foca y un cazador. Los activistas enfrentaban así la posibilidad de acabar en la cárcel.

En una acre reunión de 400 personas, Hunter anunció que, como gesto para los residentes de San Antonio, Greenpeace había decidido dejar a un lado el plan de rociar a las focas y entregaría la tinta al día siguiente. La decisión fue controversial y causó alboroto entre quienes apoyaban a Greenpeace, que lo vieron como rendición. La oficina de Greenpeace en Vancouver se inundó con llamadas de gente demandando de regreso sus donaciones. Pero Greenpeace no tenía la intención de rendirse, su táctica buscaba enfocar la atención en las flotas noruegas comerciales de caza de focas, no en la comunidad local.

El 15 de marzo, los helicópteros de Greenpeace llegaron al campamento base de Belle Isle, a unos 50 kilómetros al norte de San Antonio, listos para encontrarse con los noruegos. Con la prohibición de aterrizar a menos de 800 metros de las focas, los manifestantes tenían que hacer el camino a pie a través del hielo a las zonas de caza.

Mientras se acercaban, el aire estaba lleno de desesperados gemidos y gritos, las madres focas indefensas atestiguaban cómo sus crías eran brutalmente golpeadas y peladas. La sangre era visible incluso desde el helicóptero a más de 600 metros sobre el hielo. 

Al “Jet” Johnson, un miembro de Greenpeace, se ató a sí mismo a una cría, escudándola con su cuerpo del cazador. Esa acción se llevó a cabo repetidas veces. Una vez más, Greenpeace tenía éxito situándose entre el cazador y su presa.

Pero el viento y la tormenta forzaron a Greenpeace a evacuar el campamento base y a regresar a San Antonio para esperar que la temperatura mejorara. 

Usando los helicópteros, volaron 130 kilómetros al sur de su último encuentro con los cazadores, que estaban en plena acción y las pieles yacían por todas partes. Ahí, Robert Hunter y Paul Watson se situaron entre un enorme barco y una foca. 

Y las reacciones no se hicieron esperar, hasta que el barco retrocedió, pero sólo para impulsarse hacia delante y tratar de amedrentarlos. Finalmente, al levantar a la cría y tratar de ponerla a salvo, se cruzó en su camino un oficial de pesca, que empezó a leerles la enmienda del Acta de Protección de las Focas que prescribía que era un delito mover a una foca viva del hielo. 

Los miembros de Greenpeace lo hicieron, y comenzaron ahí nuevos problemas con las autoridades canadienses: al día siguiente oficiales del Departamento de Pesca reclamaron que los pilotos de los helicópteros estaban violando otras regulaciones de dicha acta porque habían volado más bajo de los 600 metros permitidos. Así que Greenpeace tuvo que pagar 10,000 dólares por cada helicóptero.


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Paul Watson (izquierda) y Robert Hunter (derecha) bloquean el paso a un buque utilizado por los cazadores de focas. Marzo, 1976. © Greenpeace / Patrick Moore
Este acoso por parte de las autoridades caracterizaría la campaña en los años siguientes, pero Greenpeace no se detendría. A pesar de que las acciones del grupo salvaron sólo a un puñado de focas ese año, tendrían éxito una vez más atrayendo atención hacia la causa.

La “membresía activa” de Greenpeace era ya de 8,000 miembros, con 13 ramas en todo el mundo. Para 1977, la campaña de focas era internacional, incluyendo a gente de Noruega, Inglaterra, Estados Unidos y Canadá. 

La cúspide de la campaña fue la aparición en el hielo de la actriz francesa Brigitte Bardot; mientras atraía la atención, los activistas de Greenpeace intentaban detener a los cazadores noruegos. 

Después de una confrontación que mandó a Paul Watson al hospital con un hombro dislocado, los otros activistas continuaron con sus protestas, salvando crías y forzando a un barco cazador a retirarse, dejando 100 pieles detrás, en el hielo. Ese año por primera vez hubo una reducción significativa en el número de focas muertas.

A pesar de sus logros, la organización enfrentaba disputas internas que mermaron su efectividad. Hunter renunció como presidente y fue remplazado, el 20 de abril de 1977, por Patrick Moore. Paul Watson fue removido y más tarde formaría su propio grupo. Varios grupos se derivaron de la organización.

Durante 1976 y 1977, David McTaggart, aún luchando contra el gobierno francés por actos de piratería y daños al Vega, reunió a varios activistas que pronto formarían el núcleo de Greenpeace Europa. Trabajando desde París, McTaggart buscó fundar una oficina en Londres.Peter Wilkinson, otro integrante de Greenpeace, recuerda: “en 1977 cuatro personas dieron origen a Greenpeace Inglaterra, en una oficina prestada en Londres (…) y con mucha determinación”.

Frutos

La historia aquí vertida es sólo un atisbo al origen de Greenpeace. Apenas esboza el impulso y la pasión de sus primeros integrantes, que han inspirado a nuevas generaciones que conforman el equipo en México y en todo el mundo, así como a voluntarios, activistas, donadores y seguidores en general: equipos que han retomado de estos umbrales un motor para seguir actuando.

Zoom

Acción de Greenpeace contra el vertido de desechos nucleares al mar. Junio, 1982. © Greenpeace / Pierre Gleizes



























Estos son sólo algunos de los protagonistas, algunas de las acciones, unos cuantos sitios donde se han logrado cambios sustanciales; unos cuantos logros desde sus inicios:

- Moratoria a la cacería comercial de ballenas en aguas internacionales, en 1986.
- Prohibición de que se realicen ensayos nucleares a nivel atmosférico.
- Prohibición del vertido de residuos nucleares a los mares.
- Elaboración y entrada en vigor de diversos convenios internacionales que buscan proteger el medio ambiente: Convención de Estocolmo, Protocolo de Kyoto, Convenio de Basilea, Convención de Diversidad Biológica, Convenio de Cartagena, etc.
    -Posicionamiento público de los delitos ambientales desconocidos por la sociedad (pesca ilegal en mares africanos, destrucción de la Amazonia para el cultivo de soya, la siembra y comercio de organismos transgénicos, la responsabilidad de las corporaciones en el deterioro ambiental) a fin de que sean castigados y revertidos.

    A 40 años de las aguas congeladas rumbo a Amchitka, Greenpeace ha transformado el sueño en una consistente realidad que opera en los puntos más críticos del planeta: Estados Unidos, China, Brasil, Indonesia, Israel, Líbano, Rusia y una gran diversidad de sitios que ya alcanzan el continente africano.

    Los límites continúan siendo el horizonte en el esfuerzo de Greenpeace: la defensa de las ballenas entre los témpanos del Océano Antártico, la protección de bosques y selvas lo mismo en los resquicios recónditos e intensos de la Amazonia que en el Gran Bosque de Agua, la negociación de convenciones y protocolos en las Naciones Unidas, o el trabajo conjunto de más de un millón de ciberactivistas que organizan campañas a través de Internet, son piezas en este vasto conglomerado en el que Greenpeace y cada uno de sus miembros actúa poniéndose a sí de por medio, para actuar a favor de la vida, de nuestro planeta, de todos nosotros.

    En todos los lugares donde ha enraizado, Greenpeace ha defendido las premisas básicas de ser una organización global, ambientalista, no gubernamental e independiente política y económicamente.

    Notas:
    1. “No hagan olas. Es su falla si nuestra falla va”.

    2. Bearing witness.

    3. Don’t Make a Wave Comittee.


    Tu organización hoy

    A 40 años de su fundación, Greenpeace se ha convertido en una organización de campañas moderna y global, que lucha por la protección y la conservación de nuestro ambiente y que promueve la paz. El apoyo económico de un amplio grupo de personas, el uso de tecnologías de vanguardia y la planeación de estrategias creativas han permitido a Greenpeace desarrollar campañas a fondo, sin perjudicar su principio básico: la acción independiente y pacífica.

    Desafíos globales



    "Rescaten el clima", demanda Greenpeace al iniciar la COP 16 en México. © Greenpeace / Luis Pérez



























    Los desafíos del ambiente son globales, y también lo es Greenpeace, que hoy está en más de 40 países de América Latina, Europa, América del norte, Asia del este, Australia y África. Juntas, las oficinas de Greenpeace conforman una coordinada red global que puede investigar, documentar y denunciar a las corporaciones que explotan y consumen al mundo. Lo mismo denuncia a transnacionales como Nestlé que amenazan los bosques de Indonesia o a las empresas de tecnología de Silicon Valley que envenenan a trabajadores asiáticos. Greenpeace ha hecho posible encontrar estas conexiones.

    Innovación constante

    Greenpeace es una organización en constante renovación. Redefine continuamente el significado de qué es hacer campañas ambientales en pleno siglo XXI.  La incursión de Greenpeace en los medios digitales y su constante uso de nuevos videos “virales” así como de las redes sociales ha sacudido fuertemente a quienes perjudican el ambiente. La organización cuenta con 11 millones de ciberactivistas alrededor del mundo y continúa buscando nuevas formas de realizar campañas de impacto y de atraer nuevos socios y voluntarios.


    Una fuerza para el cambio

    Hoy en día, Greenpeace es una fuerza para el cambio. Detrás de sus acciones existen campañas y argumentos de fondo, así como sólidas propuestas de solución.


    Equipo de científicos en Exeter, Reino Unido. © Greenpeace / Will Rose
    Acciones, campañas e información sustentada son los pilares del trabajo de la organización, lo mismo en clima y energía, océanos, bosques, sustancias tóxicas o en la búsqueda de una agricultura sustentable. Greenpeace cuenta con un equipo de científicos de tiempo completo con base en la Universidad de Exeter (Reino Unido), así como investigadores, asesores económicos y políticos que respaldan a los activistas que, a través de acciones no-violentas, exponen los problemas ambientales ante la ciudadanía. Juntos, hacen de Greenpeace una fuerza efectiva para la búsqueda de soluciones y cambios positivos.

    Independiente

    Hoy, como desde hace 40 años, Greenpeace no acepta dinero de gobiernos, partidos políticos o empresas. La organización se mantiene a través del apoyo de un contingente global de contribuciones individuales y fideicomisos, lo cual garantiza su independencia y efectividad en el presente y para un futuro.


    Voluntarios, socios - donadores, ciberactivistas y miembros del staff de Greenpeace México participan en una demostración pacífica frente a la embajada japonesa. © Greenpeace / Gustavo Graf



























    Esta base de socios, voluntarios y activistas -preocupados y dispuestos a hacer lo extraordinario para rescatar a nuestro ambiente- representan la herramienta más fuerte de la organización. Las contribuciones individuales son las únicas fuentes de financiamiento. Esto garantiza uno de nuestros principios fundamentales: la independencia.

    Asegurando un futuro


    El Rainbow Warrior III, nuevo buque insignia de Greenpeace, en el astillero de Fassmer, en Berna, antes de la adición de columnas y otros detalles de acabado. © Marcus Meyer / Greenpeace




























    A 40 años de su fundación, las amenazas son enormes. El cambio climático, propiciado por la interconexión de los problemas ambientales mundiales, debe ser atacado con acción urgente y radical. 

    Actualmente, Greenpeace está construyendo un nuevo barco Rainbow Warrior y estableciendo su presencia en nuevas regiones del mundo, como en el caso de Corea del Sur. 

    Desde diversos puntos geográficos, la organización continúa fortaleciendo sus investigaciones, denuncias y cuestionamientos sobre los abusos al ambiente, y el reto para quienes tienen el poder para efectuar el cambio, todo para asegurar un futuro verde y pacífico para la humanidad.

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